De todos los merenderos
en los que nos hemos sentado
a disfrutar de la pura nada,
a pasar el rato,
el que más me gusta es éste,
en el que me siento yo sola
y desenvuelvo
frases burdas como ristras de salchichas,
palabras rellenas de anchoa,
sentimientos cocidos con la cáscara rota,
bocadillos de bocas,
manzanas que refrutan mis ideas,
cacahuetes en nutrido soliloquio
y chucherías, para que te rías.
La hierba crece alrededor de mis pies
porque por aquí viene poca gente,
o porque llevo mucho rato, no sé.
Pero no me iré hasta que llueva.
Solo entonces,
porque, de sobra sabemos,
que las ideas,
mojadas,
son un asco.