Riego las macetas

Riego las macetas. Algunas son muy grandes. Huele a tierra caliente, agradecida y palpitante. Recuerdo los pajares en los que paren las gatas sus camadas, el olor a placenta en las cabezas de mis hijos recién nacidos, los diferentes aromas del sexo. Hay algo emocionante en este calor que, aun hecho jirones por el riego, rehúsa desprenderse y se queda en el aire dándole cuerpo a la luz amarillenta del ocaso.