Hojas amarillas han caído
entre las púas de los pinos
y brillan húmedas, pero a mí
nada me sorprende.
Un niño ha perdido un guante
y alguien lo ha encajado
en la punta de una rama.
Me saluda con la mano, pero hoy
nada me sorprende.
Con trote abandonado mi perra camina
y cambia de parterre sin razón aparente,
las orejas enhiestas, aguzando el oído.
Bien sé que está muerta, pero ya
nada me sorprende.
Al llegar a casa guisaré la carne
que tengo en la nevera.
Hígado de ángel, pone en el paquete,
cuatrocientos treinta gramos.
Ni siquiera eso me sorprende.
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