Hojas amarillas han caído entre las púas de los pinos y brillan húmedas, pero a mí nada me sorprende. Un niño ha perdido un guante y alguien lo ha encajado en la punta de una rama. Me saluda con la mano, pero hoy nada me sorprende. Con trote abandonado mi perra camina y cambia de parterre sin razón aparente, las orejas enhiestas, aguzando el oído. Bien sé que está muerta, pero ya nada me sorprende. Al llegar a casa guisaré la carne que tengo en la nevera. Hígado de ángel, pone en el paquete, cuatrocientos treinta gramos. Ni siquiera eso me sorprende.