Las horas, con su puntito digital
y precisión cronométrica
que no le debe nada al azar.
Y, sin embargo,
nos alcanza la sorpresa:
las diecinueve y diecinueve,
por ejemplo,
en este preciso momento.
¡Qué casualidad! ¿Justamente?
O las once y once, siempre a falta
del palito atravesado
para contar cinco.
O una de las mejores:
las cero seis cero seis
(por suerte, no hay segundero)
¿Habrá alguna que no haya visto nunca?
Me parece que sí:
las veintiuna y veintiuna.
Ésa es difícil de atrapar.
Las veintidós y veintidós, en cambio,
se dejan cazar como patos dormidos.
El reloj digital, lo siento,
es preciso, pero nada trascendente.
Invita a tomar el tiempo a risa
y así también la vida.
¿Las diecinueve cincuenta?
Vaya, esta vez ha sido rápido.