No recuerdo

No recuerdo la mayor parte

de mis cumpleaños,

los viajes de la infancia,

los hoteles

en los que dormí una sola noche,

las noches de fiesta,

las discusiones,

casi nada de lo que me cuentan,

muchas películas al salir del cine,

muchos libros al cerrar las tapas,

muchos poemas que me gustan

y querría recordar.

No recuerdo los rostros

y sus nombres,

los nombres y sus cargos,

los cargos y su altura.

Pero recuerdo haber deseado

mucho de lo que tengo.

Mucho de lo que me ha pasado

recuerdo haberlo deseado,

malo o bueno, no es esa la cuestión,

unas cosas conducen a otras

y al final, ya sabes…

Reconoce ahora, si te atreves,

que querrías desear menos

y recordar más.

 

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Disociación

Tememos por nuestras mujeres, por nuestras niñas. Siempre. Es un peso que se lleva en el corazón. ¿Hasta cuándo?

No se equivoca la niña cuando cuenta
con los ojos cerrados los golpes de la cuerda,
la que se desafía a sí misma en cada salto,
cada vez que estalla su sonido en la arena.
No necesita abrir los ojos para saber
que una nube de polvo envuelve sus piernas,
que pequeñas grietas como ríos
surcan el charol de sus zapatos,
que la borla de sus calcetines blancos
se ha deslizado ya hasta sus tobillos
y que su trenza sube y baja
como un pequeño látigo dócil.
Los latidos de su corazón
acompañando a los chasquidos,
las mejillas arreboladas, sudando,
la niña salta y cuenta, en un murmullo,
y no se equivoca, allí, en la oscuridad.