Un grupo de amigos que pasan discutiendo

Un grupo de amigos que pasan discutiendo, un conductor con la música a todo trapo, una pesadilla, la cisterna que gotea, un mosquito intentando acceder a mi yugular antes de que raye el alba… Qué frágil es la frontera del sueño. En la oscuridad, cuántos motivos de inquietud que a la luz del día no significan nada. Me asomo al balcón y veo a una chica paseando a su perro. Me invade la nostalgia. Miro hacia el norte. Los tejados de Malasaña todavía forman masa unos con otros. Sobre un cielo que clarea sin color se perfilan cuatro grúas. Las más lejanas son, seguramente, enormes, pues son casi tan altas como la más cercana. Debe de ser la recuperación económica. Pienso en los solares vacíos del barrio de mi estudio, los de siempre y los nuevos, las naves y almacenes que se han derruido para edificar. He soñado con eso. Con eso y con mi hogar invadido por escombros. Del estudio nos echan, van a hacer lofts. Ya nos hemos mudado, después de casi veinte años. Seguimos cerca, seguimos en el barrio, seguimos mientras se pueda seguir sin perder la ilusión. Estamos en junio, solamente, y no paro de sumar cambios, minucias para el mundo, pequeños tsunamis para mí. A veces hay que recordar que la humanidad sufre de verdad. Qué frágil es la frontera de la realidad.

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