Raros días de enero

No es que tenga las piernas juntas,

es que cuando estoy de pie

mis muslos se rozan.

Entre ellos se escurre

un reguero de sangre

y un repentino coagulo se estrella,

en el suelo de porcelana.

En el borde de la bañera un puñado

de pelo gris habla de contradicciones.

Capitán Ahab,

mira cuánta sangre y espuma.

Nos hacemos viejos, querida,

pero sigue habiendo ballenas.

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