2018

Interiormente desfallecida, me enfrento al dragón: a sus fuegos, a sus humos, a su estruendo. Se acerca moviendo la cabezota; ojos saltones, colores estridentes. Un nuevo año se lanza sobre la humanidad con las alas extendidas, días como escamas que se irán cayendo una a una. ¿Se lanza? Bueno, yo debería tener una lanza, ¿dónde está? ¿Por qué tengo las manos vacías? Mira en tu interior, Pequeño Saltamontes, y recuerda que el año nuevo chino no es hasta febrero.

¡Feliz Año Nuevo!

(Los que no estéis preparados, podéis esperar conmigo un par de meses más).

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El «weekend»

 

Ayer, leyendo un poema de Silvina Ocampo, me acordé de un viaje de hace mucho, mucho tiempo. Bueno, eso de que me acordé es un decir: recuerdo el trayecto, todo lo que pasó y vimos por el camino, la llegada al destino y, a partir de ahí, nada de nada, ni siquiera el viaje de vuelta. Como si la excursión hubiera sido un ensayo de la vida, un remedo de la muerte (grande o pequeña), una road movie que acaba con un fundido en negro, o… qué sé yo. A falta de recuerdos, mi inconsciente zanjó el asunto con estos ripios:

 

Estuvimos allí

No vimos nada

Llegamos de noche

Salimos al alba

Nos perdimos en besos

Y juegos de almohada

Nos marchamos contentos

Pero no vimos nada

 

Marioneteros

No son las reflexiones, sino mi estado catarral, lo que me mantiene despierta desde antes de amanecer (lo cual no es mucho decir, ya sabemos a qué hora amanece en estas fechas). Entre estornudos y estruendo de nariz, caigo en la cuenta de que ésta es la última semana de mi exposición en Salamanca y anticipo el momento en que la obra no vendida vuelva al estudio, como un cadáver repatriado, desmantelada ya la puesta en escena del discurso estético, el recorrido de la mirada. Se embala la obra y se acaba el turno de preguntas: los restos dispersos de este osario nos son desconocidos y, lo que es más, indiferentes. Menos mal que la ilusión es como uno de esos esqueletos de teatrillo que se recomponen al primer tirón.

Ofuscada por el malestar físico, entiendo ahora, sé con certeza, que cada vez que uno enseña la obra en el  estudio se convierte en marionetero.

17022

Sin título, 2017.