Tendría unos seis años aquella noche. Me levanté a arroparle porque tenía fiebre y empezó a hablar en sueños: “no son pastillas, que son bolitas; no son bolitas que son pastillas; no son pastillas…”
Con la bolsa de té colgando entre el índice y el pulgar, mi cabeza va a su aire: no son banderas, que son ideas; no son ideas, que son banderas; no son…
– ¿Y qué ideas son esas? dice el hombrecillo rojo de mi hombro izquierdo.
– Ay, no empieces. Prefiero seguir así, sin pensar.
– A ti no hay manera de sacarte un pensamiento coherente en domingo.
– Puedes quitar lo de “en domingo”, si quieres.
– Mira que te pones pasota cuando te da. Oye, ¡no te rasques que me caigo!
-¿Sabes qué voy a hacer hoy? Voy a meter la bandera en lejía.
-¿Cuál de ellas?
– La sueca, ¿te parece bien?