Con boca de queso, media luna me sonríe mientras cruzo Barceló. Entro en mi barrio como en un abrazo. Cuesta abajo, con las manos en los bolsillos, en esta fresca noche de julio Malasaña me acoge como hace treinta años, sin culpa, sin remordimientos, sin un ápice de rencor en el corazón. Acúname, cántame hasta llegar a casa… mucho has cambiado, pero sigues siendo tú… todos esos locales como estrellas en el cabello… algún día entraré en ellos, pero no hoy… hoy podría caminar toda la noche entre la gente… si tan solo pudiera distinguir sus rostros… Y no, no son los tres gin tonic que me he tomado, es la presbicia.