Victorino entró renqueando en el comedor, se sentó a la mesa del desayuno y dirigiendo a los demás una mirada triunfante, reveló:
— ¡Demostrado! ¡Los Reyes son los padres!
— ¿Qué dices Victorino? -preguntó Rosalía- ¿Cómo lo sabes?
— Pues lo sé porque los míos no han venido.
Como todos los años, se hizo el silencio ante de la clarividencia inversa de Victorino. Margarita, que servía el chocolate en las tazas y era nueva, preguntó a la cuidadora:
— ¿Y se entera ahora?
— ¡Qué va! Es que siempre se acuerda el seis de enero ¿Verdad Victorino?
Y todos empezaron a mojar el roscón, primero en la luz que entraba por las ventanas, luego en el humo de las tazas y finalmente en el chocolate clarito.