Dios creó la noche para, durante un rato,
no ver la mitad del mundo y descansar un poco.
Pero hay haces de luz que llegan hasta el cielo
y Dios echa un vistazo con su único ojo.
Duérmete viejo, no te estamos buscando
no necesitamos tu vigilancia inútil.
Tus promesas y amenazas ya no nos convencen,
porque nada te debemos y nada nos debes.
Nos basta nuestra vida y no queremos otra,
nosotros somos nuestro propio castigo
y aun así en la luz vivimos, la de cien mil vatios.
Multiplícate por cero, si es que puedes.
Tres en uno, 1997