Cuando Adán se quedó dormido,
se alzó entre ellos la serpiente.
Mirándola a los ojos dijo: ven,
te enseñaré unos trucos
que inventé cuando estaba sola.
Eva aprendió entonces
los sonidos del mar en las caracolas.
Finalmente el áspid vomitó
una larga cuerda en su regazo,
y con voz ya lejana susurró:
átate o ahórcate, tú eliges.
ST, 1995