Por qué me gusta el arte objetual

Por qué me gusta el arte objetual lo comprendí ayer a través de un recuerdo antiguo: los caballitos de mar. Me fascinaban, como a todos los niños, solo que yo no quería simplemente verlos o poseerlos en un acuario o en un pisapapeles de resina: yo quería ser caballito de mar. Esa sensación solo la he vuelto a tener al contemplar algunas obras y quizás por eso yo misma las hago: a pesar de lo que me disgusta seguir llenando el mundo de objetos, mantengo la esperanza de crear alguna que vuelva a despertarme el mecanismo de querer ser eso otro.

Pero este deseo de querer ser lo creado y no el creador, de independizarte de ti mismo en tu obra, es un ciclo narcisista que empieza donde acaba y solo es posible en la obra de otro.

Este hipocampo surgió en otoño, en el último momento, antes de salir una noche del estudio. No era capaz de entender el por qué de lo de los espejos.  Ahora ya sí, y puede que al entenderlo algo se vuelva irrecuperable.

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