Es un amanecer rosa

Es un amanecer rosa en el que las flores tempranas del prunus se confunden con el cielo. Quiero hacerle una foto, pero no llego a tiempo. Me asomo al balcón para ver cambiar las luces. En la sierra los montes tienen una caperuza oscura, nubes pesadas y perfectamente localizadas. De allí viene también algo de aire, pero no es muy frío. Hago la prueba y de mi boca no sale nada de vaho. Así ha sido casi todo el invierno. El color del cielo y la vista de las montañas me hacen pensar en mis abuelos. Ellos en su vida pasaron de una pobreza misérrima a un mucho más que desahogado bienestar. Mi madre accedió a la educación y yo al arte. Supongo que cada generación da un solo paso y cada uno de ellos se atraviesa sobre las huellas de sus predecesores torciéndoles el camino, contradiciendo sus fatigas, borrando su rastro. Rebeldes sin causa: en cada familia, en cada generación, hay uno, defendiendo su otredad, su diferencia y al mismo tiempo su derecho a ser considerado parte del racimo, fruto de la misma cepa.

Piedras en el camino, haches intercaladas.

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