A veces oigo a artistas decir

A veces oigo a artistas decir “Fulano me colecciona”. A mí esto me impresiona, porque doy por sentado que la expresión indica una relación de continuidad con el coleccionista, que le compra en repetidas ocasiones de manera que se puede hacer un seguimiento de la trayectoria del artista en la colección de Fulano. Sin embargo, me está dando desde hace tiempo la sensación de que se trata de una expresión convenientemente ambigua y que en realidad son muy pocos los coleccionistas que compran repetidamente obra de un artista y aún menos los que lo hacen a lo largo de un tiempo prolongado.  Quizás me equivoque, pero pienso que son más los que “se hacen” la colección con una obra de cada artista significativamente recomendable.

No tengo la suerte de saber quiénes son la mayor parte de las personas que en algún momento han comprado algo mío, aunque en ocasiones me llevo alguna sorpresa inesperada. A veces veo obras de amigos en las revistas de decoración y se lo cuento, por si no lo saben, pero nunca he visto una mía, lo cual me hace pensar que ese no es mi público y que mis piezas son poco decorativas, aunque a mí no me lo parece: debo de tener un concepto distorsionado de lo decorativo a pesar de que me  esfuerzo en eso que llaman la búsqueda de la belleza. Y esto me lleva a pensar que también tengo problemas con la instalación: los espacios no son lo mío.

Así que solo hago piezas, para que me coleccionen o para que simplemente “me tengan”: puede que algún día sean como esos cromos raros, no especialmente significativos pero difíciles de encontrar, como aquellos que buscábamos ávidamente entre los cromos repes de los amigos –lo tengo, lo tengo, lo tengo- porque nunca salían en el sobre.

Mientras tanto, me siento muy agradecida cuando consigo ver alguna obra mía en casa ajena y sé que aunque se lleve algún golpe o la dañe la luz, es una obra acompañada y compartida y casi me da vergüenza el vínculo de intimidad que se crea con esas personas que todos los días la reconstruyen con su mirada y le dicen a la gente “Me enamoré de esta obra”.

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Este dibujo es de Rosa Hernández, que fue la primera galerista que se fijó en mi obra. Hace dos años pude verlo en el salón de su casa de Alicante, y convivir de nuevo con él por unos días. Hay que reconocer que Rosa le echó huevos, y no me refiero solo a la elección de la obra y del lugar donde colgarla. Besos, Rosa

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Esta mañana creo haber batido el récord

Esta mañana creo haber batido el récord de pérdida de chancla en piélago de chicle. Imaginándome dueña de tal galardón, me he venido arriba y me he puesto a imaginar un método para proteger mi propiedad intelectual. Este es el resultado, bien sencillo: cuando se te ocurra una idea, ponte un bolso en  la cabeza, deja que la idea se filtre en su interior, cierra bien el bolso y apriétalo fuerte bajo el brazo. Si el bolso vierte a dos aguas, mejor, para evacuar los posibles chaparrones. Las ideas mojadas son un asco.

(NOTA: conservar el chicle en el zapato para no perder el contacto con la realidad)

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A punto de quedarme dormida

A punto de quedarme dormida, aparece un hombre sin cabeza. Es como un dibujo infantil, enorme, con los brazos largos, pantalón y camisa amarillos con rectángulos azules que en los pliegues se vuelven rombos. Avanza a grandes zancadas de derecha a izquierda. Después llega la cabeza, pero se ve mal, es de cristal. Solo distingo claramente su mirada ceñuda, fija en mí. Me mira de frente esa cara que se desplaza con lentitud a todo lo largo de mi campo visual. Pero es de noche y tengo los ojos cerrados ¿cuál es mi campo visual?

Extraña sensación la de sentirse observada por un sueño.

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pensando en los mantras

pensando en los mantras que cantábamos en yoga y en el poder mágico de las palabras enfilo la calle del carmen plas plas plas las chanclas golpeando mis talones intento no perder el ritmo frente a doña manolita la gente hace cola para comprar su suerte las camionetas de reparto esperan a que se abran las tiendas bajan turistas con sus trollies y suben currantes en pleno ensueño plas plas plas el contacto con la tierra cruzando sol y ya estoy en carrera de san jerónimo un enano un ciego un mendigo un camión de medioambiente vuelve la calle compacta con su ruido plas plas plas si la realidad es esta prefiero volar y llego al ambulatorio trece minutos he tardado han estado los escayolistas y han reparado las preciosas molduras del techo es como una promesa de sanación y la mañana sigue sin puntos ni comas

Un padre baja por la Gran Vía

Un padre baja por la Gran Vía con sus dos hijos. Los niños van en patinete, el más pequeño no tendrá ni cuatro años. Al cruzar la calle, el crío la atraviesa en diagonal como un balín. Colapso de peatones en ambas direcciones. Freno en seco y piso un chicle enorme, el semáforo cambia a ámbar y yo tengo la chancla pegada al asfalto. Junto con fuerza los dedos de los pies, tiro hacia arriba y gano la acera dejando tras de mí un rastro de hebras de chicle, como baba de caracol.

Esto fue la semana pasada. Después me he acordado  de este dibujo.

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