El orgullo se levanta tarde. Hoy las camareras del turno de mañana no han podido hacer su trabajo. Las de la tarde tampoco. Con el sol cayendo, hombres mazados en calzoncillos se asoman a las ventanas del hotel. Yo riego las plantas y me mojo los pies con la manguera. A veces, en Madrid, hasta parece que hay silencio.