Desde hace dieciocho años sufro insomnio selectivo

Desde hace dieciocho años sufro insomnio selectivo. Esto quiere decir que me desvelo si me despierto, pero sólo si me despierto a las cuatro de la madrugada. Normalmente doy vueltas en la cama durante un rato, hasta que me convenzo de que ha vuelto a ocurrir. Entonces me levanto y a veces me pongo escribir, que es una actividad muy buena para el descanso de los demás.

Cuando escribo a estas horas me vuelvo un poco imprudente, y acabo contando cosas que quizás no debería. Dentro de un orden y sin perder el decoro, una va dejando pistas que se podrían considerar datos personales, algo que al parecer interesa bastante a las empresas de marketing. Pero, si las empresas de marketing se interesan tanto por los hábitos de la gente ¿dónde está toda esa publicidad específica para mí?

Como modelo de consumidor soy un genérico de madre con insomnio ocasional que se dedica al arte y le gustan los libros. Si el sector de la cultura fuera tan agresivo como otros, ya alguien se habría dado cuenta de que en realidad soy un filón, que consumo más libros al año que botes de detergente, que miro más cuadros que escaparates, que me gasto más en material de bellas artes que en ropa… En un mundo ideal, me buzonearían ofertas de óleo y acrílico y me llamaría el departamento de marketing del Reina Sofía para ofrecerme las entradas con regalo de una merienda en su cafetería, la Thyssen me haría un dos por uno y en La Central harían rebajas la última semana de cada mes. El arte no tiene que ser gratuito, pero si va a ser un negocio, que lo sea al nivel de los demás y cuando no haya una exposición mediática que echarse al coleto, que compensen las ganancias con las pérdidas y que hagan promociones. A lo mejor así se consigue aquello de popularizar el consumo del arte y ganamos todos… Ah, ¿que no era esa la idea?

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